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NADAENCONCRETO (verde sobre morado, el moroso ignominio)

Caminando

El que va delante es bastante más mayor, tal vez treinta y cinco años, incluso cuarenta. Bien cuidado, bien vestido, algo calvo. A pocos pasos un muchacho joven, de unos vienticinco. A demasiados pocos pasos. La gente no anda así por la calle, o vas a una distancia de unos cuantos metros o acelaras el paso para adelantar o vas hombro con hombro. Cuando ya se han alejado de mí el muchacho joven hace una pequeña parada y dice algo que no puedo entender. El más mayor, sin parar, gira la cabeza, lo mira muy serio y continuando su camino vuelve a mirar al frente. Gira una esquina y desaparece de mi vista. El muchacho joven al llegar a la esquina se para. Tal vez espera que en una nueva mirada del más mayor, éste se apiade de él. Yo ya no puedo verlo, pero es evidente que ni ha parado ni ha vuelto a mirar. Detenido en la esquina, el chico joven, dubitativo y triste espera un segundo más. Con aire despistado se da la vuelta y se va en dirección contraria.

A MAM(n)

El otro día una conversación con un amigo me inspiró lo que voy a escribir a continuación, lo cual es bastante curioso porque normalmente mientras me hablan yo estoy repasando la lista de la compra (por poner un ejemplo). El sujeto con el que mantuve la conversación lo llamaremos MAM(n), que cada uno haga las cábalas de por qué le pongo ese seudónimo.

Me dice un amigo
que se ha sentido vacío
el día de su partida.

Ahí están los que nunca partieron
esperando en el andén
el tren que esperan que pase
(hace años lo hizo),
seguros,
con cieno en los tobillos,
anclados a las losas,
fumándose los dedos
y hasta la sangre,

Me dice un amigo
que ha tenido que partir
(no sabe bien a dónde
ni a qué,
tampoco importa eso).

Yo un día partí
a una ciudad de gentes
que caminan.
Aun no sé si he crecido
(las antorchas de mis ojos
siguen buscando)
pero sé
que angustia tras angustia,
bebiendo a chorros
las lágrimas ajenas
(las propias se secaron),
soy más dificil de matar,
como el perro herido
que traga la sangre que vomita
y muerde la mano
de algún posible dios.

Somos otros.
Somos los que partieron
(sin saber a dónde
ni a qué)
para, tal vez, volver algún día
cargados de oro los bolsillos.

Hemos de saber
que aquellos nos miran
y estudian cómo
encenegarnos.

Volemos, pues,
lejos,
hasta donde nos dejen saber.

No sé

Me gusta la gente que canta las palabras,
que hechiza y deslumbra
con el sonido de las letras.
Dicen: mesa, sol, tertulia o soledad,
y dicen todo lo que me hace latir el corazón.

Yo no sé.
Yo pienso "rojo" y digo "rojo".
Me gustaría ser mago
e intentar decir que las farolas
se apagan cuando salgo a la calle
o que frente a mi ventana
te veo desnudo
en la torre del campanario,
pero no sé.
A mí sólo me sale decir:
Estoy solo,
te quiero.

Me ocurren cosas...

Me ha pasado una cosa curiosa, bueno, en realidad me ha vuelto a pasar una cosa curiosa que ya me ocurrió hace algunos meses. En el momento en que escribo esto en un cuaderno, estoy tomandome un café en la Plaza de Cervantes de Ciudad Real, en una terraza, mientras oigo en Radio Clásica la Obertura Trágica de Johannes Brahms. Como estoy en la calle, inevitablemente se cuelan ruidos de exterior a través de los cascos.

Pues bien, detrás de mí tengo uno de esos cochecitos tan feos en los que echas un euro (si eres adulto) y te montas (si eres un niño) mientras aquello se agita vagamente y escupe una música espantosa. Musiquilla que se ha colado entre mi sueño, el café y la Obertura Trágica de Brahms con tan ¿buena? suerte que el atraco acústico del cochecito y lo que en ese momento interpretaba Karajan, estaba en la misma tonalidad y coincidían en el tempo. La "música" del cochecito era la típica marcha que, en las pelis, silban los heridos de la guerra civil norteamericana. La mezcla es explosiva, y lo mejor es que no había más disonancia que la estética.

Han sido apenas diez segundos en los que parecía que Brahms había conquistado el Río Bravo seguido del séptimo de caballería.

¿Qué opinaría el insigne Johannes de esto? Creo que sería capaz de asesinar al inventor de la grabación musical para no emzclarse con aquello (está claro que son los problemas de la "cultura para todos", si dcides escuchar musica en mitad de una plaza pueden pasar estas cosas). Tal vez no. Tal vez le encantaría la idea e incluiría en la partitura: Interpétese este fragmento con un cochecito similar al que hay en la Plaza de cervantes de Ciudad Real, todo ello escrito en italiano, claro, que las transgresiones tienen un límite.

Aunque la opinión de Brahms nunca la sabremos (a mí personalmente me la suda) yo me quedo con esos diez segundos únicos que nadie más ha podido apreciar. Diez segundos más o menos adecuados, pero únicos.

Decía al principio que hace unos meses me pasó algo similar, pero el efecto fue infinitamente más bello. Estaba escuchando una de las Fantasías para violín solo de G. P. Telemann mientras navegaba por internet. Y está claro que el mal gusto impera en la red, por ejemplo: las webs donde se incluye algún tipo de música (normalmente midis con sonidos horribles) sin tener en cuenta si al navegante le apetece o no escuchar eso. Y hete aquí que en una página en la que entré empezó a sonar un tema de la banda sonora de Blade Runner. Se trata de un saxofón solista sobre un colchon armónico de sintetizador, rollo new age relajante y tal. A mí el tema en cuentión no me hace mucha gracia, pero recordemos que estaba escuchando el violín maravilloso de Telemann... me quedé sin palabras (y con lágrimas). El efecto es indescriptible, en la frontera entre lo disonante y lo armónico. Una extraña belleza.

No recuerdo cuál de las fantasías estaba escuchando, así que no puedo repetirlo. Casi mejor. Quedará en los anales de mis momentos irrepetibles.

Mañanas.

Llevo muchos días sin ver una mañana. Si acaso veo sus primeras horas, antes de que yo "anochezca" y me quede dormido. Es cierto, me cuesta dormir, pero creo que me duermo al amanecer para no tener que sufrir las mañanas. Sí, me deprimen, en especial las de verano. Las de invierno, qué quieres que te diga, son más oscuras. Y es que es ese exceso de luz clara lo que me hunde.

La mañana me sabe a jubilado, a ama de casa, a barrio, a la compra... a vitalidad. Y todas esas cosas me deprimen demasiado. Me sabe a una tópica melodía de música barroca (Vivaldi, por ejemplo) de esas que se pusieron de moda para ambientar muchas películas españolas de los setenta y principio de los ochenta que querían pasar por intelectuales (¿Quién no recuerda la cutrez de la banda sonora de -dígase con acento norteamericano- Volver a empezar con el Canon y Giga de Pachelbel, tal sobreexplotado él?)

No quiero que se me entienda mal, no es que no me guste esa música, muy al contrario, me encanta, pero por las mañanas suena de otro modo, más... luminoso. Y eso, ya digo, me deprime. El exceso de claridad aplana los contrastes, engaña. Las cosas no se pueden apreciar con todos sus matices a las 11 de la mañana.

Además, por la mañana hay demasiada gente viva.

Eso creo yo.

Los sabios dicen los que han dicho otros sabios y así ha sido siempre. Así será siempre.

Mi regalito para ElBorde

Bueno, en realidad el regalito no es en sí lo que voy a postear (que, como veréis no es nada del otro mundo) sino que me ha animado a volver a escribir en este mi humilde blog.

Lo que voy a pegar es lo que veo todas las noches desde mi ventana. Un beso a todos.

El ojo de una luna redonda (a veces rota)
sin ombligo, amarilla,
tal vez blanca,
que con su tela de lino
(casi transparente)
descolgada y casi a punto de caer,
aplasta definitivamente la noche
sobre mis cejas admiradas.

El reloj esbelto de un dios agazapado
da las tres de la mañana.

Me cago en la puta pedantería del personal, pero me cago con una mierda muy gorda y muy espesa

Me levanto, ducha de rigor.
Despierto y sin legañas
abundo en una vida
que va de bote en bote
de la cama al metro,
del metro al café
(con tostada),
del café a la ausencia.

¿Qué hago aquí?

Son días, y horas
y micras de segundo
mirando a una ventana
tras la que nadie pasa,
nada pasa.

(En mi café flota
una llamada perdida)

Y estas gentes que hablan
y no las entiendo...
Si no os entiendo,
¿qué hago aquí?
¿qué coño hago aquí?

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Lunes, 13:30 h.

Tres escobas hablan de arte.
Mueven los labios.
Ponen ojos importantes.
Callan unos segundos
y se miran estupefactas.
El silencio es atronador,
les revuelve el estómago.
Cacarean de nuevo.
Son escobas que cacarean,
es curioso.

Neoclaroscurismo

Bueno, esto fue un experimento que hice con mis amigos. Una sesión de fotos imitando algunos cuadros famosillos... a ver si os gustan.

La cena de Emaús

La creación

Santa Juana de la Cuchara Este no es copia de ningún cuadro... original, original, señores.

Fantasía sobre Vermeer El título es cortesía de El Picaporte

La muerte de la Virgen Este es mi favorito.

Ríe y el mundo reirá contigo; llora y lo harás solo.

Llevo tanto tiempo saliendo de un bache para meterme en otro... Cómo no, me pregunto si mi vida será siempre así... llevo toda la vida pregutándomelo. Y sin embargo, qué feliz soy cuando veo de nuevo la luz, tan feliz como un niño pijo recibiendo por primera vez una sonrisa sincera... y como la alegría del niño pijo, no me dura la sensación más de cinco minutos. Lo que tardo en volver a preguntarme si toda mi vida serás así.

Tras tu ortodoncia, unos dientes blancos.
Tras tus gafas, una mirada brillante.
Tras mi jersey
gusanos.

Si alguien alguna vez
es capaz de desnudarme
espero que lleve un pañuelo a mano
para taparse boca y nariz
y no desmayarse por el hedor.

El chico cabizbajo entró en el vagón de metro. Aunque era bastante tarde, no se percató de que estaba absolutamente solo hasta que se cerraron las puertas. No solo estaba solo en su vagón sino en los dos contiguos, algo que nunca le había pasado. El chico cabizbajo, que era muy hábil en las asociaciones de ideas, se dio cuenta con una media sonrisa que aquello era una especie de metáfora de su vida: solo en su vagon y solo en el tren... pudiera ser incluso que estuviera solo en toda la red de metro. Cierto, el chico cabizbajo se sentía muy solo.

Dos estaciones más tarde, entró al vagón de metro una pareja sudamericana. Iban muy abrazados y se reían mientras cuchicheaban. Ella evitaba que él la besase muy descaradamente mirando al chico cabizbajo que rápidamente se encerró en un libro bastante grueso. La chica sudamericana, cuando su moreno amante se serenó y desistió de su efusión amatoria, miraba de reojo al chico cabizbajo. Veía en él un algo peculiar, una serenidad extraña, como un halo de sabiduría callada. Le parecía un hombre de mundo. El chico cabizbajo, en realidad, hacía como que leía. Solía llevar libros gordos en la mochila con intención real de leerlos, pero en realidad, le preocupaba más aparentar aunque no fuese realmente consciente de ello. También de reojo, el chico cabizbajo, miraba a su alrededor para encontrarse con la tez morena del chico sudamericano. Le parecía realmente morboso. A menudo fantaseaba con desconocidos. Si el chico sudamericano levantaba la cabeza, el chico cabizbajo en seguida volvía a mirar a su libro gordo, lo que que no quitaba que un par de veces se cruzasen sus miradas, a lo que el chico sudamericano respondía agarrando bien por el hombro a su novia (o lo que fuese) pensando que las miradas iban dirigidas a ella, sintiendo la necesidad de marcar territorio.

En la siguiente parada entraron dos mujeres hablando animosamente, un señor trajedo, un obrero con el mono manchado de pintura, un negro con gafas, una mujer con cara de virgen y dos vigilantes de seguridad. Los vagones contiguos tambien estaban bastante poblados. El chico sudamericano en seguida atrajo las miradas y comentarios de las dos mujeres que hablaban animosamente (ahora más bien cuchicheaban y eso las delataba). El chico sudamericano que era muy bello y lo sabía, soltó el hombro de la chica y dirigía discretas y muy disimuladas sonrisas a su alrededor. La chica sudamericana seguía mirando de reojo al chico cabizbajo que a su vez ahora había pasado a mirar al negro con gafas pensando qué le habría traido a esta ciudad. Siempre pensaba eso cuando veía a gente con la piel algo más oscura de lo habitual sin pensar que esa persona podía haber nacido dos calles más arriba de la suya. El obrero con el mono manchado de pintura mirando al suelo se rascaba la entrepierna. Estaba deseando llegar a su casa para poder dormir antes de que llegase su mujer, que también trabajaba hasta tarde, y así evitarse la discusión de turno. El señor trajeado tras estar un rato mirando a las mujeres que hablaban entre sí intentando averiguar el objeto de su conversación, pasó a mirar al chico cabizbajo y se dio cuenta de que éste miraba, ahora fijamente al chico sudamericano. El señor trajeado también se percató de la bellaza del chico sudamericano.

Antes de la siguiente parada, el tren estuvo detenido unos segundos en mitad del tunel. Todos menos los vigilantes de seguridad miraban a su alrededor intentando saber porqué se había parado el tren para luego volver cada uno a su mundo. La chica con cara de virgen estornudó. Todos la miraron, incluso el obrero con el mono manchado de pintura dijo: Jesús. La chica con cara de virgen, que había permanecido todo el rato sin levantar la vista del suelo, enrojeció y al llegar el tren a la siguiente estación, se bajo con un ligero trote de prisa y cargando con esa terrible infelcidad que arrastraba desde hacía años.

En aquella parada no subió nadie. Una de las dos mujeres que hablaba animosamente soltó una carcajada riendole una gracia a su amiga a pesar de que no el caía nada bien. Pero en estos casos qué se puede hacer, coincidían casi a diario en esa misma estación y no era plan de quedar como una antipática. En negro con gafas pensaba en cambiarse de piso. El obrero con el mono manchado de pintura se rascaba la entrepierna. El chico sudamericano, que ya empezaba a pasar desapercibido, volvió a abrazar a su novia (o lo que fuese) y ésta seguía pendiente del chico cabizbajo que ahora pensaba en formas efectivas en indoloras de suicidio. Los vigilantes de seguridad no hacían nada y contaban, hacia atrás, el tiempo que les quedaba de trabajo aquella noche. Aunque tenían buena relación, nunca se habían visto fuera del trabajo y ambos querían que el otro conociera a su familia, pero al salir del turno, los dos se decían hasta mañana.

El trén llegó a la parada más concurrida de toda la linea y entraron dos chicos ingleses, una señora mayor y triste, un operario bizco, un ciego sin perro, una chica bellísima y un grupo de hinchas, ruidosos, de un equipo de futbol. A su vez se bajó una de las chicas q hablaba animosamente, no sin darle dos besos a su contertulia. Una vez salió del tren borró bruscamente la sonrisa que se hebía esforzado por mantener durante el viaje. El grupo de hinchas ruidosos

Después de hacer limpieza

Pues eso, que me ha dado por hacer limpieza en mi cuarto... y he encontrado cosas que escribí hace uno o dos años... bueno, las pego y ya me contaréis.

Mi cuerpo está en rebajas
(es enero).

El saldo de estos días
me ha dejado cerrado por reformas.
"..te pintas el ojo
y sales a la calle..."
Pero cuesta tanto palparse
y saber que te estás traicionando...

Aun así, me despierto y sé
que no soy nada,
que no doy nada.
Después de eso...
todo más fácil.

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Tengo un cuaderno nuevo
y no tengo palabras que poner en él.

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Pseudo soneto gastronoamatorio

Deshueso el pollo. Schubert con aliento
me toca la novena vez su octava.
No te cruces delante de mi carta
si no quieres caer en mis cubiertos.

Rocïado en la salsa con patatas
mientras te amo a las luces de mi almuerzo.
Tras los postres (arroz con leche y sexo)
severa digestión mal reposada.

Y al punto quedarán al fin los huevos
(la crema en el café con desnatada)
de nieve en el chof chof de nuestros miembros.

Pastitas con tus besos sazonadas
pondrán al fin la guinda de estos versos
recuerdo de la fiesta almibarada.

El cuento de Paco Perverso.

Paco Perverso fue a comprar fresas.
Con su zumo pintó de sangre las paredes.
Con sus hojas colmó de laureles su cabeza.
Paco Perverso jamás amó a nadie.
Por cien euros compró una puta nigeriana.
Colgó manzanas de sus brazos esposados
(brillaban los azotes de la calle).
Paco Perverso arañó su conciencia desentrenada.
Tan baratos estaban los clavos ardiendo
que hizo una cruz con sus verdades.
La puta nigeriana que se vendió por cien euros
murió por cien euros.
Paco Perverso no pudo pagar los azotes apresurados.
Paco Perverso pintó de rojo las paredes.
Y en su tambor de piel negra bien tensada
declaró su inocencia, su "la maté porque era mía"
en un programa de Telecinco.

Cuánto tiempo

Cuánto tiempo sin escribir, verdad?? Lo cierto es que no tengo mucho que contar... mi vida es tan poco interesante... creo que voy a cambiar el nombre del blog por nadainteresante.blogia.com. Si estoy escribiendo ahora es por esas personas que entran de vez en cando y que normalmente se lo en cuentran sin novedad alguna (son sólo dos pesonas -creo- pero mu bien avenías. Gracias Brisa y elBorde.) Como digo, no me ha pasado nada interesante salvo que mi ex me ha vuelto a mensajear... (no sé porqué cuento esto) y me estoy planteando cosas que creía enterradas... ¿quedo con él? ¿me limito a seguir mandando mensajitos? No sé... qué difíciles hacemos las cosa mas sencillas. Uno se pasa la vida buscando cosas (no se sabe muy bien qué cosas pero se buscan) y parece que las cosas que vienen de modo sencillo no pueden ser las autenticas porque nos han enseñado que todo en esta vida es difícil (el valle de lágrimas y demás falacias, ya sabéis) y lo que viene fáclmente es falso. La verdad es que no son las únicas dudas que me surgen (ya sabéis: ¿será la persona adecuada? ¿realmente nos necesitamos? y lo que es peor ¿sé yo llevar una relación de pareja? Esto último es lo que más me pincha en el ojo cada vez que lo pienso). Bueno, me permitiréis que os cuente esto (si es que hay alguien que lo lea) por aquello de la terapia, de soltarlo todo...

Por otro lado, sigo feliz con mi coro. Hemos tenido varios conciertos últimamente y los hemos solventado con bastante éxito (sobre un concierto muy especial que dimos el viernes pasado ya os hablaré cuando vuelva a Madrid). Y sigo pensando que cuando estoy cantando con Oretania me siento más feliz que en ningún otro sitio. Mis amigos (los de Oretania y los que no son Oretania, con los que paso más tiempo todavía) son mi sal (Brisa: recuaredas esa lista que tenemos pendiente de cosas que le dan sabor a la vida?? pues aqui te podria decir unas cuantas). Tan bien me siento cantando que me planteo muchas cosas con respecto a mis estudios de teatro (no mentaré qué cosas por aquello de que el diablo aparece con sólo nombrarlo).

En fin perdonadme que os comente mis banalidades... pero estoy en un momento demasiado raro y estas cosas son muy terapéuticas.

Mucha suerte y sed todo lo felies que podáis, no hagáis caso de los que se ganan la vida con el miedo ajeno.

Un truco

Si algún día quieres que el mundo entero te odie y te señale con el dedo acusador de los censores, sólo tienes que hacer una cosa:
salir a a la calle con una enorme sonrisa.

Algún día

Un día amé
y al dia siguiente reventé.

La novela que nunca me atreveré a escribir.

Un día me levanté y encima de mi cama solo vi puntos suspensivos.
Miré el móvil y no me habias llamado... ni siquera sabes quién soy.
Después de eso salí a andar y me sucedió la historia que no me atrevo a escribir
(tal vez no haya ocurrido),
y comencé a llorar las letras que mis dedos agarrotados
jamás podrán decirte.

Posible epitafio (uno de tantos)

A veces me doy miedo.
A veces me sorprendo a mí mismo bailando al borde de mi vida,
bailando solo.
Me da miedo pensar que toda mi vida va a ser así: un encadenado de hechos aislados que nada tienen que ver los unos con los otros.
Estoy cansado de llevar tantas vidas.

Tratando de ser coherente, debería irme... pero siempre fui cobarde y me asusta más ser algo que intentar mover el dedo meñique del pie.

Tengo pensada la música que tiene que sonar en mi funeral, el Cantique de Jean Racine de Fauré me ayudará a no llorar mientras veo llorar a la gente que me quiere.

Que nadie se asuste, siempre he sido un cobarde.

Sin remedio

A veces doy muestras de ser autenticamente gilipollas.

Es como esas moscas que han conseguido liberarse de una tela de araña y al rato vuelve a caer en la misma tela.

¿Y qué se puede hacer cuando alguien se convierte en un pozo al que es invitable tirarse...?

Y no estabas

Iba por la calle a comprar al súper
y sin mirar alrededor fantaseaba.
Podía verte aquí o allí...
Era bonito.
Un encuentro casual, fugaz
(inexistente)
que nos tendría despues
horas hablando frente a una taza de café.

A veces me gustaría vivir tan sólo
dentro de mi cabeza.